Por: Enrique R. Soriano Valencia.
El vocablo ‘sicario’ hoy está en casi todas publicaciones periodísticas y redes sociales. Es una voz heredada del latín que se aplicó a aquel asesino que traía en su ropaje de forma oculta una ‘sica’ o puñal para victimar a alguien. Se trataba de un homicida a sueldo, es decir, una persona que mataba no por intereses o motivos personales, sino por encargo. Este hecho, se presumía, beneficiaría a quien pagaba por sus servicios.
El vocablo sicario está formado por la palabra sica, que puede traducirse como daga o puñal. Y el nombre de esta arma blanca procede de ‘sicae’, que implica punta o espina.
Difiere de homicida en su significado actual en la motivación. Mientras que el sicario es un asesino a sueldo, el homicida es quien quita la vida sin un interés monetario.
Al parecer, según el historiador judío Flavio Josefo, sicarios fue el nombre de un grupo de rebeldes judíos que trabajaban en secreto contra roma. Fueron calificados como fanáticos religiosos (normal, los opositores o quienes no coincidían con ellos, debieron darles esa calificación), pero su actuar fue totalmente por iniciativa propia. Con el paso del tiempo, los senadores romanos los contrataban para hacer el trabajo sucio que favoreciera a los intereses de los senadores. De esta forma, los propios romanos podían culpar a grupos ajenos y consolidar sus propósitos. Por una paga, los sicarios empezaron a actuar en contra de los mismos judíos, otros pueblos y frente a ciudadanos romanos, de acuerdo a los intereses del mejor postor. Así pasaron de un grupo rebelde, libertario, a un conjunto de asesinos a sueldo.
Por su parte, el vocablo en español de ‘asesino’ procede del árabe. Romanizado el término lo heredamos como hashshasín. Este vocablo se usó para designar de forma despectiva a los nazarís. El vocablo fue acuñado por los musulmanes ismailitas en la Edad Media para designar a otro grupo religioso ismailitas con los que no compartían su visión.